Pavane for a dead princess
Steve Kuhn
Tríoenus Records – 2006
«Una magia más, dirán los coleccionistas de silencio
Una más, dicen los inquilinos de poemas desconocidos
Por sí, para sí mismos, un palpitar menos
Y las sombras alargándose diáfanas…»
Grabado en Nueva York, entre el 18 y el 19 de agosto de 2005 en The Studio, esta joya verdadera salida de las manos de Steve Kuhn, Finck y Drummond, ilumina y deleita la historia de la música desde una perspectiva singular.
Once standards salidos de la pluma de ocho genios, ocho iconos de la música inmortal:
Piotr Ilich Tchaikovsky (1840 – 1893)
Gabriel Faure (1845 – 1924)
Edgard Grieg (1843 – 1907)
Frederic Chopin (1810 – 1849)
Maurice Ravel (1875 – 1937)
Claude Debussy (1862 – 1918)
Serguei Rachmaninov (1873 – 1943)
Johannes Brahms (1833 – 1897)
Y no nos sorprende Steve Kuhn. Ya en 1960 nos rompía la cabeza con el disco homónimo, integrando un trío con nada menos que Scott La Faro y Pete La Roca, dos colosos que hicieron feliz a Bill Evans.
Y otra vez el jazz como espacio de reflexión musical. Alojamiento casi invariable de la mejor música desde el siglo pasado.
Personal
Steve Kuhn – piano
David Finck – contrabajo
Billy Drummand – batería

Steve Kuhn parece decirnos todo acompañado magistralmente por David Finck, un conrabajista del cielo y Billy Drummond, que tampoco ahorra sutilezas a la hora de bancar tanta, pero tanta música.
Es un lujo, una fiesta a la que (diría Scott Fitgerald) fuimos invitados de verdad.
Arrancamos bien arriba con Chopin. Alegría, swing y mucho vértigo, colgados de unos impresionantes walkings de Finck y toda la pirotecnia de Drummond.
Kuhn guía la nave.
Sigue Ravel y me pregunto dos cosas: ¿por qué me gusta el jazz? y ¿que hubiese sido de todos estos compositores en la actualidad?
Nótese que todos estos compositores son en su mayoría románticos, con las excepciones de Ravel y Debussy que navegan por el impresionismo, el expresionismo y modernidad naciente de una cultura francesa siempre fracturista y todas las «istas» pensables.
El jazz es esencialmente romántico y cuando atraviesa el impresionismo o el expresionismo, tiende a visitar géneros vecinos.
Steve Kuhn mete las manos en la bossa nova a la hora de versionar «Pavana para una Infanta Difunta» de Ravel.
Sigue Tchaikovsky con el segundo movimiento de la Quinta Sinfonía: «Moon Lovo», una piedra preciosa de sonido.
Compleja y rica textura para escuchar con una sonrisa.
Y de Grieg una belleza, jugada a mil por un trío espectacular en lo técnico y en la improvisación creativa.
Y todavía falta mucho más; Grieg con «One red rose forever» (imperdible) y «Swan Lake» de Tchaikovsky, cadencioso y bluseado entre subidas y bajadas con el bajo y el piano entrelazados y un impresionante soporte a todo Drummond. Una carísima prenda.
Justo cuando parece caer la noche como una metáfora del tiempo, vuelve Chopin con su Nocturno Opus 9 Nº2 en mi bemol mayor.
Y también Debussy, con «Reverie», ocho minutos y algo de una profunda conexión con nuestros mejores sueños.
Pero hay mas Chopin, con su «Preludio en mi menor» Op.28 Nº4, para que por un instante recordemos a Esbjorn Svensson y a su tan prematura y lamentable partida.
El «Concierto para Piano y Orquesta Nº2, tercer movimiento» de Serguei Rachmaninov, nos devuelve a lo mejor del Modern Jazz, en el que estos tres maravillosos músicos funcionan como espejos.
Un homenaje a Gabriel Faure, con «Pavane», con un demoledor dúo de Kuhn y Finck que hace y deshace estrellas.
Y las estrellas de las que estamos hechos, se van a dormir con una miniatura espléndida de Brahms, una canción de cuna para toda la música y el tiempo.
Dejo en el «repro»: «Pavane» de Ravel y «Swan Lake» de Tchaikovsky y felices sueños…