Los trenes no tienen médula y el desastre les
lleva la cola porque se casan cada noche
con la posteridad.
Su numerosa familia se seca las manos en el
delantal proyecta gozosos asesinatos
grita o ríe en la noche por los pequeños ojos de
buey iluminados de luz de hueso
Un pasajero de anteojos de carey lleva de la mano
a la niña recién salida del internado
la muchacha núbil prometida a los rieles y las
ruedas del accidente
Ella canta sin embargo canta y agita sus manos de
fósforo
perdonando a todos sus enemigos
Los hombres viajan sujetos con la cola de marfil
a los asientos
Las mujeres van más sueltas porque su sexo las
libra de todo mal.
«Los Trenes», de Juan Antonio Vasco
Fotografía de Formento & Formento