El tiempo es una planta extraña en la que florecemos
El resto comer, aprender a hablar, sudores fríos
Cuidarse de los refranes: heridas anónimas, huérfanas de quién y cómo
Aunque mucho ha llovido desde entonces
Yo puedo observar el silencio que es lo que queda
Todo lo que queda
Un color de vino escucho
Con la alegría que dan los oficios
Escalas ascendentes y descendentes de espejos cansados
O rotos de miedo
Y un sinfín de labios nombrando diferentes cosas
Algunas que no conocimos ni veremos
Y tantas otras ignoradas, viajeras de un mundo a otro mundo
Como la pestaña en el abrigo que cuelga del perchero
Que nadie sabrá de su existencia nunca
De quien nunca descubriremos sus verdaderos ojos
Y sin embargo…